sábado, 19 de febrero de 2011

Alvin Toffler: educación en el mundo que viene

Por: Julio Soto Collachagua
La Tercera Ola

Un punto importante que también alcanza a Estados Unidos, sería eliminar todos los sistemas educativos que preparan a los chicos para trabajar en modelos industriales o de factorías. Nuestros sistemas educativos hoy simulan el modelo de las fábricas, en las que los chicos siguen un horario fijo de ingreso y salida, y una rutina al estilo de un trabajo cualquiera, lo que estuvo bien mientras duró la sociedad de masas. Preparamos a los chicos para trabajos que, en su esencia, serán una suerte de línea de ensamblaje aun cuando esos empleos resultarán cada vez más escasos, y no avanzamos hacia una economía basada en el conocimiento individual. Por tanto, es necesario transformar este sistema masivo de educación, algo que será extremadamente difícil de lograr. Es obvio que los sindicatos de profesores se resistirán a estos cambios porque de manera comprensible buscarán proteger sus puestos de trabajo, pero aun así debe darse un replanteo radical de la educación. ¡¿Cómo se combina lo que hoy aprenden los chicos en la escuela con lo que aprenden en internet o en la calle?! El modelo en que se mueven los maestros es injusto para los chicos porque preparan a los chicos para ayer, no para mañana. La "escuela del mañana", será muy distinta de las actuales: debería funcionar las 24 horas del día, ofrecer un servicio adaptado a las necesidades y los intereses de cada alumno y de las empresas, y con un currículo interdisciplinario no sólo en cuanto contenidos, sino también por sus exponentes. ¿Por qué las clases deberían darlas sólo los maestros? Quienes a su vez deberían pasar parte de su tiempo en el mundo empresarial y todos aquellos que tengan algo para dar ¿Por qué no sumar a las aulas a quienes sin ser maestros, pueden ofrecerles otras perspectivas de aprendizaje a los chicos? ¿Por qué no sentarlos durante media hora, una hora o lo que fuere con un piloto de avión? ¿O con un cocinero, un empleado de oficina o un empresario? Que se genere una ida y vuelta: ¿qué haces? ¿Cómo es tu vida diaria? Y, más relevante aún, ¿cómo introducir a los estudiantes al mundo actual, a la vanguardia de la tecnología de la información, cuando los maestros conocen tanto o menos de ellas que los alumnos?
 
Contra lo que muchos aseguran, el futurólogo cree que éste no será el siglo de China. Ni tampoco de India. También adelanta que la crisis empeorará, critica la compra de armas de países latinoamericanos y propone un cambio radical en el sistema educativo. Para él, el porvenir sólo está asegurado para quienes desarrollen un pensamiento crítico y aprendan a tomar decisiones veloces. La hora acordada pasó de largo. Por fortuna, el célebre escritor y "futurista" Alvin Toffler se lo toma con calma, mientras prepara sus maletas para volar junto a su mujer, Heidi, rumbo a otra ciudad y otros compromisos.
Por Hugo Alconada Mon, Desde Fairfax, Virginia, EE.UU.
-Usted sabe cómo es el tráfico por estos días.
-(Se ríe) Oh, sí, todos sabemos cómo es. ¡Lamento que haya quedado estancado en ese problema propio de "la segunda ola" en el camino!
Toffler regala una sonora carcajada que refleja sus vigorosos 80 años. Es uno de los intelectuales más respetados del mundo. Autor, entre otros libros, del ya legendario La Tercera Ola , Toffler sostiene que la humanidad encara su tercer capítulo. El primero fue el pasaje de la civilización nómada a la agraria; la segunda ola fue la Revolución Industrial y la sociedad de masas, la burocracia y las corporaciones; y la tercera es la que se desarrolla ante nuestros ojos, con el nacimiento de una sociedad postindustrial.
Un parto que, claro está, no es homogéneo ni simultáneo alrededor del planeta. O, como prefiere decir él, "el cambio no es lineal; puede ir hacia atrás, hacia adelante o hacia los costados", pero para el que será necesario revolucionar el sistema educativo.
En estos tiempos de Barack Obama en la Casa Blanca, pero también de una crisis financiera y económica, Toffler avizora además un mundo multipolar y cambiante que no lo tendrá como protagonista, pero que lo cobija como profeta desde que publicó El shock del futuro, allá por 1970.
Para ser el "futurólogo más famoso del mundo", como lo definió The Financial Times, Alvin Toffler no usa la palabra "predicciones" y desconfía –casi detesta– de quienes las lanzan. "Cualquiera que diga que puede predecir el futuro es probablemente un miembro del club de los charlatanes, porque los eventos humanos están llenos de sorpresas y hechos fortuitos, de conflictos, retrocesos y trastornos", dice.
–¿Pero es, al menos, optimista sobre el futuro?
-Bueno, la pregunta es de qué período estamos hablando. ¿Hablamos del futuro inmediato? Y en ese caso, ¿de qué región del mundo? Este no es un buen momento para Estados Unidos. Afrontamos un declive económico significativo que podría tornarse mucho peor antes de mejorar. Así que éste no es el mejor de los momentos. Pero si miramos al largo plazo, diez o quince años hacia adelante, es otra historia. Creo que Estados Unidos y otros muchos países disfrutarán de grandes oportunidades para mejorar la calidad de vida de sus ciudadanos.
–¿Cuáles son los grandes desafíos que anticipa para Estados Unidos y otros países desarrollados?
–Por supuesto que el primero es el que mencioné antes: el declive económico y cómo se le supera. También está el desafío ambiental, y si seremos capaces de hallar los sustitutos energéticos. Pero soy optimista y creo que superaremos esos problemas.
–Así como hoy se reafirma optimista, ¿cuánto cambió su visión respecto de la que exponía antes del 11 de septiembre de 2001?
-Bueno... aquel día introdujo el concepto del terrorismo en un nuevo nivel, aun cuando, si mira en nuestros libros, creo que encontrará que aludimos a ese problema en prácticamente todos ellos, incluso en El shock del futuro. Por supuesto que no nos enfocamos en ese problema, ni como "terrorismo religioso", pero sí nos referimos a otros tipos de terrorismo. Y volvimos a citarlo en la mayoría de nuestros trabajos, así que no es un problema completamente nuevo. Lo que sí es nuevo y realmente peligroso es que ahora tenemos nuevos medios masivos de comunicación al servicio de los gobiernos y los ciudadanos, pero que también les aportan ventajas a los terroristas de las que antes carecían. A esto se suma que vivimos en un mundo en el que ahora es posible acceder a armas de destrucción masiva, y eso cambia la historia. No me gusta trazar comparaciones históricas, aun cuando se podría repasar la historia griega y hallar similitudes con la actualidad. Pero nada fue como hoy, porque nadie tenía estas armas, que generan otro "juego", otra dinámica, otro mundo. Todo lo que lo precede no es comparable.
–Entonces se lo pregunto de nuevo: ¿Es usted optimista sobre el futuro?
–Soy estadounidense y soy, por tanto, lo que defino como un "optimista químico" (ríe). ¡Está en nuestra química orgánica! Básicamente, sí, lo soy, aun cuando atravesamos tiempos difíciles, dolorosos, antes de arribar a un futuro algo mejor.
–¿Cómo ve las perspectivas para América Latina?
–Acabo de terminar una serie de reuniones con mi equipo de consultores en las que discutimos sobre América Latina. Lo que me choca, debo admitirle, es el hecho de que varios países de la región están gastando más y más dinero en armas. Eso le añade más grados de incertidumbre y preocupación al análisis sobre hacia dónde se dirige el continente. Sé, por supuesto, que hay también una enorme demanda por mejorar la infraestructura de los países, lo que está abriendo una oportunidad para que China y otras potencias accedan a la región. Esa demanda de infraestructura refleja una gran oportunidad, a la vez que puede causar potenciales conflictos sobre, por ejemplo, qué puertos potenciar o el trazado de autopistas o gasoductos.
–¿Ve esos conflictos como algo serio?
–Veo que los países perciben, correctamente o no, una amenaza velada y potenciales tensiones; pero lo último que necesita América Latina es un conflicto militar. Eso me preocupa.
–Ya que mencionó a China, ¿será éste el siglo chino?
–Éste no será el siglo de un país en particular. Primero, porque los cambios se suceden cada vez más rápido. Así que incluso si China se convierte en el "número uno", puede que no dure un siglo en ese lugar de prevalencia. Es demasiado sencillo afirmar que China será la próxima superpotencia o que India lo será. Creo más bien que viviremos una situación con una multiplicidad de superpotencias. No una, sino alianzas o grupos cambiantes de países que, comparados con su pasado, serán superpotencias.
–Dada esa dinámica, ¿qué deberían hacer aquellas naciones que aún fluctúan entre la segunda y la tercera ola?
– (Suspira). Hasta el grado en que les sea posible, un punto importante que también alcanza a Estados Unidos, sería eliminar todos los sistemas educativos que preparan a los chicos para trabajar en modelos industriales o de factorías. Nuestros sistemas educativos hoy simulan el modelo de las fábricas, en las que los chicos siguen un horario fijo de ingreso y salida, y una rutina al estilo de un trabajo cualquiera, lo que estuvo bien mientras duró la sociedad de masas. Preparamos a los chicos para trabajos que, en su esencia, serán una suerte de línea de ensamblaje aun cuando esos empleos resultarán cada vez más escasos, y no avanzamos hacia una economía basada en el conocimiento individual. Por tanto, es necesario transformar este sistema masivo de educación, algo que será extremadamente difícil de lograr. Es obvio que los sindicatos de profesores se resistirán a estos cambios porque de manera comprensible buscarán proteger sus puestos de trabajo, pero aun así debe darse un replanteo radical de la educación. ¡¿Cómo se combina lo que hoy aprenden los chicos en la escuela con lo que aprenden en internet o en la calle?!
–¿Hay algún país que siga esta reforma educativa que sugiere?
–No. No aún.
–¿Por qué?
– Bueno, para empezar, porque una de las metas más preciadas de los países en vías de desarrollo es convertirse en sociedades industrializadas. O, como decimos nosotros, pasar de la "primera ola" a la "segunda ola". Además, muchos de esos países tampoco se han confrontado aún con las nuevas realidades globales. Y a esto se suma que los docentes en casi todos los países están muy bien organizados en sindicatos para proteger sus empleos. Lo comprendo. ¡Mi hermana es maestra! Pero el punto es que el modelo en que se mueven es injusto para los chicos. Preparan a los chicos para ayer, no para mañana.

LA ESCUELA DEL MAÑANA
Alvin y su mujer, Heidi, subrayan que el futuro "será para aquellos que desarrollen habilidades o técnicas de pensamiento crítico". Es decir, aquellos que sepan asimilar información, adaptarse a los cambios y tomar decisiones a una velocidad creciente, algo para lo cual, afirman, no preparan las escuelas de hoy.
La "escuela del mañana", tal como la entienden los Toffler, resulta ser muy distinta de las actuales. Para empezar, porque debería funcionar las 24 horas del día, ofrecer un servicio adaptado a las necesidades y los intereses de cada alumno y de las empresas, y con un currículo interdisciplinario no sólo en cuanto contenidos, sino también por sus exponentes. ¿Por qué? Porque las clases deberían darlas no sólo los maestros ?quienes a su vez deberían pasar parte de su tiempo en el mundo empresarial?, sino todos aquellos que tengan algo para dar.
-¿En qué piensa, en concreto?
-¿Por qué no sumar a las aulas a quienes sin ser maestros, pueden ofrecerles otras perspectivas de aprendizaje a los chicos? ¿Por qué no sentarlos durante media hora, una hora o lo que fuere con un piloto de avión? ¿O con un cocinero, un empleado de oficina o un empresario? Que se genere un ida y vuelta: ¿qué haces? ¿Cómo es tu vida diaria? Y, más relevante aún, ¿cómo introducir a los estudiantes al mundo actual, a la vanguardia de la tecnología de la información, cuando los maestros conocen tanto o menos de ellas que los alumnos?

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